martes, 20 de julio de 2010

Los Stevens


Jerry Stevens nació con tortícolis congenita y por eso su rostro siempre estuvo torcido hacia el lado izquierdo. A los veintiocho años, solo, desesperado y sin enterarse de que tenía caspa sobre su hombro derecho, descubrió a una mujer que caminaba por la acera de enfrente de su casa. La chica iba en dirección contraria a Jerry y a éste le llamó la atención que ella se volteara y caminara de lado para poder ver hacia donde se dirigía.

Su nombre era Jacqueline Joe Harper y, alabado sea el Señor, también tenía una tortícolis congénita que la hacia mirar hacia el lado izquierdo. Ambos se casaron un año más tarde, en octubre de 1903, cuando al fin el reverendo Alfred Hope aceptó que pusieran bancos giratorios en el altar de la iglesia para que la pareja pudiera seguir la misa. Tuvieron cinco hijos: Jerry Junior, Joe Junior, Joe Jerry, Jerry Joe y Jacqueline Jacqueline. Todos con tortícolis congenita que hacía que sus rostros siempre estuvieran girados hacia el lado izquierdo.

Durante algunos años los Stevens se convirtieron en verdaderas estrellas dentro de las publicaciones científicas y fueron invitados a muchos congresos internacionales de medicina para hablar sobre la tortícolis congénita. A pesar de su fama, fueron muy celosos de su intimidad y la esperada publicación de una biografía escrita por Jacqueline Jacqueline e ilustrada por Jerry Junior, se vio interrumpida por un fatal accidente.

La familia entera, de visita en Londres, murió atropellada por un autobús que, como es costumbre en ese país, apareció por el lado derecho de la calle.

La policía sólo encontró un manojo de llaves, un mapa de Londres, un pequeño espejo y esta misteriosa foto en el bolsillo de la chaqueta de Jerry 
Stevens...


martes, 6 de julio de 2010

La tortilla y sus infinitas vueltas


La vida podría resumirse en que cuando se sale se entra y cuando se entra se sale.

- ¿Y si en lugar de salir, todo el tiempo entramos? - Dijo uno.

- ¿Y si en lugar de entrar, todo el tiempo salimos? - Dijo otro.

Y desde ese día todos los que salen miran con cara de salida a los que entran, y todos los que entran miran con cara de entrada a los que salen.

Y si alguno se queda en medio y ni entra ni sale, viene otro y rápidamente lo empuja por la salida o por la entrada.

Sólo Dios tiene derecho a no tener que entrar o salir. Y esto ocurre porque quizás no existe o porque tal vez, está durmiendo en todas partes.