miércoles, 19 de diciembre de 2007

El primer chiste















Otra vez fui arrastrado por un tsunami de trabajo y recién ahora saco la cabeza del agua. Ayer estuve en Bilbao y hoy estoy en Valencia. En ambas ciudades no he salido de una habitación en la que me encuentro haciendo entrevistas y tomando notas para un estudio de mercado que, como todos los estudios de mercado, puede servir para mucho o para nada, y aunque termine sirviendo para mucho es muy posible que luego no sirva para nada porque nadie sabe que pasará con el mercado, el tomate, la política y las sardinas hoy en la noche o mañana a las 10 diez de la mañana, por ejemplo.


O tal vez los futurólogos y tu abuela lo saben y han decidido no contarlo porque son amantes de las películas de suspense. Pero bueno, da igual. El problema es creer en las cosas cuando ocurren y luego mirar rápido hacia delante para creer en otra. Y con esto quiero decir que contra todo pronóstico Chávez perdió el referéndum, y que con toda seguridad organizará otro que difícilmente perderá después de todas las amenazas e insultos que ha repartido para que nos convenzamos de que es tan demócrata como Martí, tan pacifista como Gandhi y tan humilde como Heidi (¡Qué extraño! Todos estos nombres terminan en “i”… ¿Significará algo?). Así que habrá que votar de nuevo y no nos quedará otra sino encomendarnos a San Maquina de Votación, porque aquello que los militares llaman estrategia, pues a los civiles nos suena a trampa.

Y ya veremos lo que pasa, como también veremos lo que pasa con en el mercado, el tomate, la política y las sardinas esta noche y mañana a la 10 de la mañana. Y por cierto, mañana a las 10 de la mañana recordaré de modo gratuito el primer chiste que aprendí en mi vida, cortesía de mi querido primo Eduardo. Es un chiste que deberían practicar todos los políticos para hacer de este planeta un mundo mejor, aunque corramos el peligro de que no lo entiendan:

“Este era un perro que tenía una pata de goma de borrar. Se rascó y se borró.”

No hay comentarios.: