Yusmelis no sospechaba que el destino la había elegido para ser la madre del hombre que traería la alegría a nuestro sufrido planeta. El hombre que nos haría sonreír sin sarcasmo, que sería capaz de devolvernos al estadio de la más ingenua humanidad, generosa y alegre, donde al fin se acabarían los políticos, el hambre y las leyes. Ese hombre, que se llamaría Maikel, se encuentra en este momento asomando su pequeña cabeza al mundo mientras su madre grita por los dolores del parto. El Doctor Arturo, las enfermeras y una buena dosis de peridural le dan ánimos, y así Yusmelis da a luz a nuestro querido Maikel que sale y recibe su primeras nalgadas en señal de bienvenida. Pero el niño, en lugar de llorar por las nalgadas, se pone a reír. Y al mismo tiempo su madre, las enfermeras, el doctor y todo el hospital comienzan a reír a carcajada limpia, arrebatados, sí, por esa alegría indescriptible que ya anuncia una nueva era. Y entonces, en medio de las risas, Maikel se resbala de las manos enguantadas del Doctor Arturo, cae al suelo, se rompe el cuello y muere.
Ahora tendremos que esperar hasta que el destino decida contarnos otro chiste malo.
1 comentario:
Te pasastes!!!!Q chiste tan cruel...
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