jueves, 15 de enero de 2009

Shalom

Tendría que tomar un avión, bajarme en Tel Aviv, caminar tranquilamente por los pasillos del aeropuerto hasta llegar al puesto de los oficiales de inmigración israelíes y decirles:

- Hola. Me llamo Juan Ignacio. Nací y crecí en San Bernardino, antiguo barrio judío de Caracas. Cuando fui al Bar Mitzvá de mi vecino David comí tantos dulces que pasé dos días enfermo con fiebre... También resulta que las señoras judías del barrio siempre se colaban en la fila para pagar en la frutería, así que yo aprovechaba sus descuidos para meterles cucarachas dentro las bolsas de la compra... Y cada vez que me bajaba del autobús me cruzaba con el mismo rabino, uno chiquitico y narizón, al que siempre saludaba diciéndole: ¿Que pasó Barbapapá?, y el rabino a veces se enfadaba y otras veces se cagaba de risa... Y durante años robé pastelitos en la panadería kosher del barrio, hasta que descubrí que el panadero y la panadera siempre lo habían sabido y simplemente dejaban que los robara... Y además me gustan las películas de los hermanos Coen y en fin, vengo de visita y no tengo visado. Así que con permiso...

- Por supuesto, pase usted. - me responderían los oficiales de inmigración.


- Gracias - Diría yo y saldría del aeropuerto. Allí tomaría un taxi y le diría al chofer que me llevara hasta el centro de Jerusalem. Una vez allí, descubriría que no tengo dinero, bajaría del taxi y mientras cierro la puerta, me despediría del taxista diciéndole:

- ¡Que Dios se lo pague!

Y el taxista sacaría la cabeza por la ventana del carro y me gritaría:

- ¡Gracias! ¡Y yo te deseo que nunca trabajes en política!

Y conmovido por sus palabras, me dejaría perder por las calles del centro. Caminando, caminando, caminando hasta que de pronto me encontrara con El Muro de las Lamentaciones. Frente a él, abriría los ojos y observaría los miles de papeles y cartas que se acumulan entre sus grietas y sólo podría decir:


- ¡Dios mío!

Y después, poco a poco, acercaría mi oído a las piedras del Muro.

Y escucharía. 




4 comentarios:

Anónimo dijo...

Milagro, Juan, has resucitado… No precisamente al tercer día. Espero que empieces el año con buen pie, lo mereces.

Juan Ignacio dijo...

¡Gracias George!

Y yo te deso que empieces el año con dos buenos pies... Veo que te estás currando tu blog y eso estimula.

Y te cuento que ahora ando entre jarchas, moaxajas y cantigas, pagando caro el precio de nunca haber estudiado a profundidad la literatura española. ¿Qué te voy a explicar? En la carrera yo era joven y melenudo, y me gustaba más la literatura inglesa, rusa y latinoamericana. Y claro, estudié en la UCV y allí puedes hacer esas cosas sin sentirte un valiente.
La literatura española siempre me ha perseguido como la resaca de cigarro y alcohol después de pasar una noche follando maravillosamente: abres los ojos, estás contento y te sientes vivo, pero coño, te duele la cabeza como si fuera un yunque.

Hala. Y ahora a tomar aspirina borgiana y a darle duro...

Abrazote

Juan

Ángeles Navarro dijo...

Buenisimo Juan, cuando sea grande quiero escribir como tú, me encanta!!!!

Anónimo dijo...

Shalom Juancito!!!

Vengo de enterarme de la dulce noticia.

MUCHAS FELICIDADES, LOCO!!!

Un abrazo muy grande para vos y un beso muy fuerte para Marie.