jueves, 2 de octubre de 2008

Ardillita, ardillita mía en el idioma de ese otro país

- Juan, me gustaría que apagaras la grabadora.

- Claro – dije a la vez que introducía mi mano en el denso humo que cubría la mesa. Le di al stop de la grabadora y tanteé hasta que pude tomar un cigarrillo casi completo que se había apagado mientras descansaba en el cenicero. Al verlo sentí que estaba frente a algo realmente inexplicable, algo que sin duda marcaba el inicio de una espantosa confesión. Lo encendí y dije:

- ¿Sabes que dicen por ahí que le ponen una sustancia al papel de los cigarrillos para que no se apaguen? Así se consumen más rápido y dicen que es una de las razones por las que supuestamente uno fuma más. ¿Te das cuenta de que es muy extraño que este cigarrillo se haya apagado?

- Vamos Juan…

- Bien. Eso es lo que quería oír. Cuéntame…

- Pues dicen que todo empezó en un bar cerca de ese parque de atracciones...

- ¿Cuál? ¿El parque de atracciones donde...?

- Sí… El mismo. Dicen que llegué justo antes del verano y que no me quedaba dinero. Y la cosa es que si no encontraba un trabajo tendría que dormir en la calle. Encima, ese día me había quedado sin cigarrillos y bueno, me da vergüenza contarlo, pero yo era muy joven y ya estaba segura de que nunca encontraría a un hombre inteligente o a una mujer que fumara más que yo. 

- No exageres.

- Óyeme bien: dicen que es verdad y también dicen que aquella mujer con la que hice el amor en un descampado me ofreció un trabajo en el parque de atracciones.

- ¿Mujer? ¿Qué mujer?

- Yo me enamoré de ella aunque ella odiaba los cigarrillos. Dicen que tonteamos un buen rato hasta que ella terminó de beber su agua mineral y me presentó al instructor del parque de atracciones. 

- Voy a encender la grabadora.

- No, no la encenderás porque dicen que fui a las charlas de entrenamiento con ella y el instructor nos dijo: Ustedes son la pareja que yo estaba esperando... Y nos llevó al vestuario, nos entregó los disfraces y yo no podía creer que…

- Al grano.

- Bueno, dicen que nos pusimos los disfraces de las dos ardillas simpaticonas…

- ¿Las ardillas o las ardillitas?

- Las ardillitas, claro, las de toda la vida. Y entonces, dicen que las dos salimos al parque vestidas de ardillitas gigantes para que los niños turistas se tomaran fotos con nosotros… Todavía lo recuerdo como uno de los momentos más romántico que he vivido: juntas los dos, cogidas de la mano, observándonos con esos grandes ojos de plástico, sonriendo debajo de nuestras máscaras... 

- Vale. ¿Y qué paso?

- Pues coño, dicen que el problema surgió con la aparición del ratón vestido de frac…

- No. ¿El famoso ratón que…?

- Exacto. El ratón con frac llegó con sus tres guardaespaldas. Unos tipos que iban en plan undercover, disfrazados de turistas y con micrófonos escondidos en las orejas... Nadie lo dice, pero la verdad es que el ratón no puede vivir sin la protección de esos gorilas...

- No me jodas…

- Y dicen que en ese momento llegó un autobús lleno de niños turistas provenientes de ese país…

- De ese país que parece que…

- Sí, y que también parece lo otro si resulta que nunca te has leído la historia de ese país. Pero bueno, el punto es que todo ocurrió muy rápido. Quince o veinte niños turistas salieron corriendo del autobús y trataron de lanzarse encima del ratón vestido de frac. Sus guardaespaldas, que eran expertos en aikido, usaron la propia fuerza de los niños en su contra y los inutilizaron antes de que tocaran al ratón.

- Y tú y la otra ardillita...

- Dicen que nos quedamos viendo la escena tan impresionadas que no nos dimos cuenta de que varios de esos niños turistas se nos acercaban por la espalda. Saltaron sobre nosotras y en medio del forcejeo, no pudimos ver a otros dos niños que venían corriendo a toda velocidad y que terminaron estrellando sus cabezas contra nuestros estómagos.

- ¿Tenían navajas?

- Algo peor: el ratón con frac los había rechazado y estaban histéricos. Querían una foto de grupo donde todos aparecieran acostados sobre nosotras. Nos defendimos, pero dicen que un niño gordito se sentó sobre mi pecho y empezó a golpear mi cara de ardillita como si fuera una pera de boxeo.

- ¿Y los guardaespaldas?

- Escaparon con el ratón utilizando un túnel secreto... Aquella era una situación de vida o muerte. Con el niño gordito sentado sobre mi pecho, la asfixia comenzó a apoderarse de todo mi cuerpo y, de pronto, sentí una terribles, insoportables ganas de fumarme un cigarrillo. Porque siempre he dicho que quiero fumarme un cigarrillo antes de morir, y tal vez por eso, saqué fuerzas de donde no las tenía y entonces le metí un derechazo al gordito y a partir de ahí, a patada y puñetazo limpio, me fui quitando de encima a todos esos malditos hijos de puta…

- ¿Y la otra ardillita?

- ¡No me lo recuerdes! Dicen que la única solución que hallé para escapar fue lanzar a todos los niños sobre ella y correr…

- Una ardillita mártir...

- Y también dicen que corrí como loca hasta que pude disfrazar mi disfraz de ardillita con una gabardina y una gorra de béisbol. Escapé del parque de atracciones en el autobús de las 11, y dicen que fue como a las 11 y media, mendigando en una estación de gasolina, cuando al fin conseguí que un camionero de ese otro país me regalara un cigarrillo.

- Los camioneros de ese otro país me caen bien. Siempre regalan cigarrillos.

- El camionero de ese otro país se apiadó de mí y me quitó la cabeza del disfraz porque ahora me estaba asfixiando con el humo. Y dicen que cuando vio mi rostro se le iluminó la mirada y tiernamente me besó en los labios y me llamó ardillita, ardillita mía, en el idioma de ese otro país.

- ¿De verdad te llamó ardillita, ardillita mía en el idioma de ese otro país?

- Sí, y es tan bello que sientes que algo impronunciable atraviesa tu alma... Y después me quité todo el disfraz y hacía mucho frío y me sentí incómoda, en ropa interior y con las uñas de los pies mal pintadas. El camionero se quitó su chaqueta y me la puso, y yo me subí a su camión y nos fuimos juntos, fumando como locos, cruzando campos, montañas y costas hasta llegar al país grandote que queda más allá de ese otro país.

- Y allá…

- Pues allá, fumando junto a un café con leche, es cuando alguien dice que puedes volver a encender la grabadora.






1 comentario:

Unknown dijo...

me gustó esta fábula Juan.. no pares, de hablar, amigo. abraaazo!