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Imagen:
Autoretrato del
Jorobado de Plata
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En las oficinas de la Asociación Trasatlántica de Dibujantes transcurría un día como cualquier otro: burocracia y una larga cola de dibujantes desempleados esperando un plato de sopa de remolacha.
En las oficinas de la Asociación Trasatlántica de Dibujantes transcurría un día como cualquier otro: burocracia y una larga cola de dibujantes desempleados esperando un plato de sopa de remolacha.
Y de repente, el sonido de unas campanas empieza a escucharse en las oficinas, en los pasillos, en los ascensores, en la cocina donde preparan la sopa de remolacha y también en las calles adyacentes. El sonido de esas campanas hace temblar de miedo a todos los dibujantes...
- ¡Oh no! ¡Es el Capriccio de Wilhelm Fitzenhagen tocado en campanas!
Los dibujantes corren aterrados y algunos se esconden bajo los escritorios y se encierran en los baños, pero otros, sacan pistolas y ametralladoras y se preparan para lo peor. Porque escuchar el Capriccio de Fitzenhagen tocado en campanas sólo puede significar que...
- ¡Prepárense! ¡Allí viene por la calle!
¡El Jorobado de Plata ha vuelto! Los dibujantes comienzan a disparar desde las ventanas del edificio pero es muy difícil alcanzarlo. El Jorobado de Plata avanza a grandes saltos, se acerca rebotando sobre su increíble joroba como una pelota de goma gigante. Entra volando y destroza las ventanas del cuarto piso y comienza a lanzar escritorios e impresoras como si fueran tomates. Disparan contra él... pero, como siempre, las balas rebotan en su portentosa joroba y a continuación se dedica a morder las pantorrillas de cuanto dibujante se cruza en su camino.
Después bebe agua en el quinto piso y cuando llega al sexto lo reciben con tres granadas. Sobrevive, descubre que se le ha despegado la suela de una bota y ahora sí que está enfadado. En el séptimo piso, contando con el apoyo de cuatro bazucas y una mina anti-submarinos, el Presidente de la Asociación decide sacar una bandera blanca.
- Señor Jorobado de Plata, ya le hemos dicho muchas veces que nadie quiere dibujarlo.
- ¡Quiero un dibujante! – Gritó el Jorobado de Plata.
- ¡Usted es políticamente incorrecto y además, es de mal gusto! Siempre le digo lo mismo: cualquier dibujante que se atreva a dibujarlo habrá acabado con su carrera. Así que no vuelva a enviar sus historias porque nadie las lee. Y yo le pido que entienda, de una vez por todas, que esta destrucción es innecesaria. Se lo pido por favor... ¡váyase y déjenos en paz!
El Jorobado de Plata se dio la vuelta y caminó hacia la salida, pero se detuvo en el umbral de la puerta, saltó de espaldas, voló por los aires y con su extraordinaria joroba cayó sobre la mina anti-submarinos.
Por quinta vez, la sede de la Asociación Trasatlántica de Dibujantes quedó en ruinas. Y de sus escombros, ahora mismo, surge una figura de color plateado que se arregla el antifaz y se va rebotando por la calle rumbo a la catedral.
El sonido del Capriccio de Fitzenhagen tocado en campanas se va alejando poco a poco, como letras que se van haciendo pequeñas hasta que ya no se pueden leer. Y entonces, sólo queda el ruido de la ciudad y una pregunta en el aire...
¿Quién va a dibujar al Jorobado de Plata?
P.D. A mi amigo Frank que está en Génova, porque algún día todos encontraremos trabajo.
2 comentarios:
Anda que no me siento veces como el jorobado de plata: disfruta del fin de semana, Juanito.
Este personaje parece como un sueño mexicano...
Abur
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